Cuando acepté ser RSG, pensé que entendía a qué me estaba inscribiendo. No lo hice. Pensé en tomar notas, informar y tal vez ir a algunas reuniones fuera de mi grupo de casa. Pensé que podía seguir con la misma energía de servicio que me había llevado a través de la secretaria y la cafetera. Resulta que esto era diferente.
Recuerdo que entré a mi primera reunión de distrito y me di cuenta de que no entendía ni la mitad de los acrónimos que la gente estaba usando. Me daba demasiada vergüenza preguntar. Sonreí, asentí, tomé algunas notas confusas y me fui sintiéndome abrumado. En el grupo de casa, di un informe inestable que nadie escuchó realmente. Me dije a mí mismo que me esforzaría más la próxima vez, pero no sabía cómo.
De lo que no me di cuenta entonces, y desearía haberlo hecho, es que ser un RSG no se trata de saberlo todo. Se trata de aprender a presentarse, hablar y escuchar la voz del grupo. Eso me llevó un tiempo. Al principio, pensé que mi trabajo era averiguar lo que yo personalmente pensaba sobre un tema y luego votar de esa manera. Más tarde supe que mi trabajo real era traer información, crear un espacio para la discusión y luego llevar nuestra conciencia de grupo, estuviera o no de acuerdo con ella.
También cometí el error de pensar que tenía que hacerlo todo solo. No sabía cuánta ayuda había disponible hasta que finalmente pregunté. Empecé a ponerme en contacto con otros GSR. Me apoyé en mi MCD. Incluso llamé a los GSR anteriores de nuestro grupo y les pregunté cómo lo habían hecho. Eso lo cambió todo. De repente, no solo estaba perdido, sino que estaba aprendiendo.
En algún lugar en medio de todos esos tropiezos, comencé a sentirme conectado con algo más grande que mi grupo de origen. Empecé a entender lo que la gente quería decir cuando decían “AA como un todo”. Vi cómo la voz de nuestro pequeño grupo, cuando se transmitía a través de un RSG, en realidad significaba algo en la Comunidad más grande. Eso me importaba. Todavía lo hace.
Si eres nuevo, no tengo consejos. Solo esto: mi experiencia en RSG no fue fácil y cometí muchos errores. Pero me quedé. Me presenté. Aprendí a hacer preguntas y a escuchar mejor. Y al final, ese servicio me mantuvo sobrio y me hizo sentir parte de él.