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Coordinador

No recuerdo la primera vez que escuché el Compromiso de Responsabilidad, pero sí recuerdo que me enamoré de él poco después.

Al igual que muchos recién llegados, llegué a AA buscando algo: sobriedad, paz mental, comunidad. Tenía un dolor, un dolor profundo y duradero, y quería que se detuviera. Vine a AA en busca de alivio.

En ese momento, también albergaba una ilusión: que AA era inmutable, un elemento permanente de la sociedad, una institución que siempre estaría ahí para mí, pasara lo que pasara.

Esa ilusión se hizo añicos en la primera reunión de negocios grupal a la que asistí. No voy a aburrirlos con los detalles, pero a los seis meses sobrio, lo estaba facilitando, ya que acababa de ser elegido secretario de mi grupo de origen. Hasta el día de hoy, sigue siendo la reunión de negocios más caótica que he presenciado. Hombres con décadas de sobriedad hacían berrinches, lanzaban insultos e intercambiaban puñetazos. Luchaba por mantener el orden (sobre todo porque yo mismo apenas entendía las reglas).

Esa reunión me enseñó una poderosa lección, no sobre la permanencia de AA, sino sobre su fragilidad. AA es, y siempre será, una sociedad de alcohólicos: personas predispuestas al egoísmo, al egocentrismo, al miedo, a la vergüenza, a la grandiosidad y al engaño. Es por eso que nuestras tradiciones son tan importantes, y por eso estoy agradecido de que cerremos cada reunión de negocios con el Compromiso de Responsabilidad.

La promesa me recuerda quién es responsable de AA, de protegerlo, guiarlo hacia adelante y tender la mano cuando un recién llegado clama por ayuda. Esa responsabilidad es mía. AA es mi hogar, mi familia. Y es mi trabajo, mi deber, salvaguardar su capacidad de extender una mano cuando el alcohólico que aún sufre grita.

Charlie
Coordinador del Área